Lo de Matilde (Tomo 2): Tomo 2

Los dos disparos del prólogo, bien pudieran ser los que eludió Don Ramón cuando abandonó su tierra justo antes de que estallase la Guerra Civil. O los que esquivó Carla cuando huyó de Santander para protegerse de este años después. O los que le habrían ahorrado a Matilde su infancia, marcada por el pasado de un padre que vendió su alma a cambio de un puñado de monedas y una botella de vino. La familia que la acogió, fue mucho peor. Los dos disparos del prólogo, bien pudieran ser los que en una injusta noche de bodas, Pilar les hubiese asestado a los protagonistas de esta. O haber sido lanzados al aire para que se escuchasen desde aquella casa de las afueras, donde Paquita y sus padres luchaban a los pies del barranco con la esperanza de que su tierra reviviera, y su salud les diese una tregua. Leandro, fue la piedra que rodó ladera abajo durante toda su vida. Los dos disparos del prólogo, son los mismos que resonarán en el epilogo, donde un tercero, certero y a destiempo, pondrá el broche final a tantos sueños y anhelos que no llegaron a cumplirse. Valdeguara, colgada de un barranco y sin llegar ni de puntillas a los campos que amortiguarían su hipotética caída, es el escenario principal de de un relato que habla de amor, de desamor; de celos y mentalidad traicionera; de pactos que se cumplen y promesas que se quiebran; de envidias que se asumen y amistades que se inventan. Habla de vértigos y huidas, de silencios que a ras de suelo nos ponen la zancadilla para que no vayamos a ningún lado; y de murmullos que en ocasiones esquivan lo andado, para permitirnos dar aquel primer paso. O el último, quién sabe.