La viuda al atardecer

El desarrollo de las personas pasa por diferentes etapas, no importa en donde vivan, la evolución es similar. Hay que cumplir con reglas y principios que impone la comunidad, establece el medio físico y el paso de los años en el cuerpo y alma. Sucede en un pueblo encapsulado con habitantes reprimidos y deseos no alcanzados que flotan como nubes. El paisaje atestigua la efervescencia de las hormonas y las ansias que corren por las venas de los jóvenes hasta que envejecen. Gozaban el noviazgo, padecían el matrimonio, les abrumaban los compromisos hasta que los distanciaba y aparecían los problemas, el deseo sexual continuaba vigente al atisbar los primeros rayos de la luna, algunos lo aplacaban, otros no. Ahí estaba la viuda joven de tan solo cuarenta y tres años, contemplando nada a través de la ventana, entreteniendo sus pensamientos apasionados en tanto se encerraba en su casa polvorienta, bajo las condiciones estrictas de la familia ampliada del difunto. Su aislamiento la obliga a recurrir a sueños eróticos en los que desbocaba la pasión y lujuria, poniéndose a disposición de cualquier intrépido que la tocara maliciosamente.