La memoria no atiende al orden cronológico. Avanza, retrocede, guarda reposo y, por sorpresa, se aviva de nuevo. Es en las mil direcciones por las que se interna con pasmosa exactitud Mi lucha, el monumental ejercicio de realismo autobiográfico de Karl Ove Knausgård. Y, de todas ellas, La isla de la infancia arranca situándonos en la isla de Tromoya de 1969, donde un Karl Ove de ocho meses llega en un carrito empujado por su madre.