Al mirar hacia atrás, el autor revive un camino lleno de obstáculos, pero también de aprendizajes. Pasó por momentos oscuros, donde la injusticia y la desesperanza parecían consumirlo todo. Se vio envuelto en situaciones que jamás imaginó, acusado de delitos que no cometió, acusado de chivo expiatorio en un mundo de corrupción y traiciones. Llegó a tocar fondo, a perderlo casi todo... excepto la determinación de seguir adelante.
Pero dentro de todo el caos, nunca dejó de aferrarse a lo que realmente importa: los valores que le inculcaron, la educación que recibió, el amor por el trabajo honesto. Aunque la corrupción y el narcotráfico lo rodearon, nunca permitió que definieran quién es. Se cayó, sí, pero se levantó. Y en cada paso que dio para reconstruirse, fue encontrando fuerza en lugares inesperados, en personas que le tendieron la mano, en el arte y la creatividad, en la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, cuando cierra este capítulo de mi vida, no lo hace desde la derrota, sino desde la victoria de haber renacido. Agradece cada golpe, cada caída, porque fueron ellos los que le enseñaron a ser más fuerte. El mundo está lleno de sombras, pero también de luces, y él eligió caminar hacia ellas.
Este no es el final de su historia. Es el principio de una nueva, donde la resiliencia y la esperanza serán siempre sus guías. Es la historia de un colombiano residenciado en Panamá que deja ver cómo en nuestros países se enquista la corrupción y la injusticia.